TEMA
El
mirador J’acha Apacheta (La Paz-Bolivia), un lugar sagrado, la fiesta de la Cruz del
Sur.
INTRODUCCIÓN
El
presente trabajo de investigación describirá el ritual de la fiesta
de la “Cruz del Sur”, realizada en el mirados J’acha Apacheta
en Alto Munaypata ubicado en la ciudad de La Paz. El objetivo de la
fiesta es llevar una ofrenda a la constelación del Sur y cumplir con
el cerro al que durante todo el año se acude a pedir protección y
favores, por lo que será un objeto transicional, “una creación
psíquica (también de la realidad material) que se materializa por
un tiempo cumpliendo una función esencial, nada menos que la de
aliviar la angustia”.
Una
parte importante del ritual es lo simbólico, ya que el símbolo es
una pequeña unidad del ritual, la condensación de lo ideológico y
lo sensitivo. Lo ideológico relacionado con lo racional, conocido,
la parte manifiesta, y lo sensitivo que es lo inconsciente y
desconocido, lo latente.
MARCO TEÓRICO.
Las
apachetas son un símbolo de protección, un protector cultural,
entendido éste como un objeto transicional que irrumpe en el
recuerdo que los individuos tienen de la madre, hacia las apachetas
tendrán un vínculo afectivo positivo, el cual será significativo
para la identidad y la generación de lo simbólico.
Para
los herederos de la tradición andina, las apachetas son los lugares
sagrados, siempre situados a gran altura, que resguardan a la ciudad.
“La
Fiesta de la Cruz es la fiesta de las apachetas”, afirma el yatiri
Antonio Ramírez, quien explica que los originarios rinden un
homenaje a la apacheta más cercana de su lugar de nacimiento, el
cual es su espacio tutelar y el de sus ancestros,
donde también se celebra a la Pachamama.
El
ritual que se hace en la fiesta de la cruz, con los pasos descritos
por Turner: tiene una ruptura de la cotidianidad, un marco de
espacio-temporal definido, un escenario programado que se repite
periódicamente en un tiempo cíclico, que tiene una configuración
simbólica, ya que el ritual "consiste principalmente en una
serie de medios por los cuales las personas acceden a despertar,
canalizar y domesticar emociones fuertes como el miedo, el odio, la
ternura y la pena".
El símbolo será entendido con su polarización de sentido, una
condensación de lo ideológico y lo sensorial, el ideológico que
guía y controla, un componente de orden moral y social; el sensorial
es el polo que integra sentimientos y deseos.
DESARROLLO.
En
las crónicas de Felipe Huamán Poma de Ayala (pag, 236) se explica,
lo que los conquistadores llamaron "el vicio de apachita",
"Mandó Topa Inga Yupanqui que los yndios de tierra caliente o
los yndios de la cierra fuesen a lo callente, llegasen al apachita
[adoratrorio]. En ello adorasen al Pacha Camac [creador del universo]
y por señal amontonasen piedra; cada qual llevase una piedra y lo
echasen en ella y por señal dexasen flores o paxa torcido a lo
esquierdo. Hasta oy lo hazen los yndios deste rreyno este vicio de
apachita”
Actualmente
las apachetas andinas han sido reemplazadas por la cruz católica,
debido quizás una orden del Concilio Provincial de Lima en 1567
citado por el historiador Alberto Regal "que los adoratorios de
los caminos que los indios llaman apachitas, procuren los sacerdotes
en cada uno de sus distritos, quitarlas y deshacerlas del todo, y en
esto se les pone precepto, y si les parece cosa decente pongan una
cruz en su lugar”.
Christian
Vitry en su artículo "La Apacheta", detalla el ritual del
homenaje a la Pachamama. “Al llegar don Tomás al abra
pacientemente se bajó de su mula, sacó de las alforjas una piedra
blanca recogida en el camino, una botella de ginebra y un paquete de
cigarrillos, mientras masticaba el acullico de coca como queriéndole
extraer todo el zumo a las hojas. Se dirigió hacia la apacheta, se
arrodilló con un sublime respeto y depositó la piedra en ella. El
silencio se adueñó del paisaje y hasta el viento cesó como
respetando la ancestral ceremonia del anciano. Tomás abrió la
botella de vidrio verde y roció la bebida alcohólica sobre el
montículo de piedras, echó un sorbo y la dejó al costado; escupió
el acullico de coca sobre la apacheta y encendió un cigarrillo
mientras en sus labios se dibujaba la palabra pachamama. Luego de
unas pitadas, corrió una roca de la base de la apacheta y sobre el
arenoso terreno introdujo el cigarrillo encendido con el filtro
enterrado, como queriéndole dar de fumar a la tierra. Sacó de su
bolsillo un puñado de hojas de coca, seleccionó dos o tres y
tomándolas con las dos manos, mientras rezaba en voz baja una
oración, estiró los brazos dirigió las hojas y su mirada hacia el
cielo primero y luego hacia la apacheta, repitiendo esta acción
rápidamente unas tres veces, finalmente depositó las hojas entre
las blanquecinas rocas del pétreo altar. El cigarrillo se había
consumido. El anciano se incorporó, recogió la botella y la
introdujo en la alforja, ciñó la montura de su animal aprestándola
para el descenso, montó la mula y rompiendo el silencio dijo
¡sigamos!. El viento, cual cómplice del rictus empezó a soplar y
el atardecer dibujaba largas sombras en el quebrado paisaje. Todo
parecía estar preparado para este diálogo telúrico entre el
anciano y la madre tierra, cuyo interlocutor parecía ser la
apacheta”.
Según
Milton Eyzaguirre, antropólogo del Museo de Etnografía y Folklore
(Musef), aparentemente el origen de las apachetas se remonta a
Tiwanaku. Las crónicas escritas desde 1570, principalmente por
soldados y sacerdotes españoles, cuentan que antes de viajar los
indígenas alzaban una piedra y caminaban con ella hasta llegar a un
lugar alto donde estaban estas apachetas o apachitas, como las
denominaban. “La piedra contribuía con otras al crecimiento de una
especie de torre. Los viajeros también acullicaban la coca y dejaban
algún tipo de ofrenda, fundamentalmente con el objetivo de que les
vaya bien en la travesía, incluso botaban una ojota a la apacheta”,
sostiene Eyzaguirre.
Según
el yatiri Ramírez, en la actual celebración de la Fiesta de la Cruz
se confunden la cruz de Jesucristo y la Cruz del Sur.
Trabajo
de campo:
Los
participantes de la fiesta, eran de toda edad, de la cuidad de La Paz
y de el Alto, señoras con pollera y vestido. Además había un
grupo de cuatro personas que eran extranjeras.
Los
yatiris o Amautas, son personas de sexo femenino y masculino que
hacen el ritual, lo guían, son conocedoras de cómo tiene que
hacerse el rito. Son sabios encargados de arman la mesa y la ofrendan
a las deidades del lugar. Se han encargado de producir, mantener,
desarrollar y transmitir, los valores culturales ancestrales que
constituyen una visión armónica del Mundo y un cuerpo de
conocimientos de lógica original. Éstos llevan poncho y chuspa,
donde está la coca. En el caso del ritual que se presenció era una
pareja y un Amauta que llego de Copacabana, y una pareja se encargó
de armar la mesa.
Otro
tipo de persona que estuvo presente fue una vendedora, pero estaba
fuera del mirador, a lado de la puerta de entrada. Vendía te con té
y buñuelos.
El
mirador esta distribuido “sagradamente”.
El
altar de Coricancha, fue copiado de Cuzco. Es un muro hecho de
ladrillo, pintado de azul, y con todos los detalles del Altar
original. El Altar de Coricancha es la “proyección de una escena
cosmográfica cuatridimensional sobre un plano bidimensional, cuyo
levantamiento por geometría descriptiva ayuda a entender la
organización de los Cuatro Suyus”.
Existe
un sapo hecho de cemento, esta al frente del altar, y tiene en su
espalda una especie de cruz cuadrada. Lo que pude averiguar
representa la vida, un ciclo no muere, “en la época de lluvia se
esconde para luego volver a salir, hay un ciclo”. La mesa donde se
hizo la ofrenda, hecha de cemento y en los lados hay dos piedras,
“hembra y macho tiene que ser siempre”.
Existe
una puerta y tres cuadrados, donde el sol pasa por la puerta y
refleja en los cuadrados los equinoccios del 21 de marzo, 21 de junio
y 21 de diciembre.
Detrás
de la cruz, de la Chakana, existe dos resbaladores, los cuales cuando
los niños van a resbalar se “llenan de energía del cosmos, esta
hecho para eso”
Descripción
de la fiesta:
Al
principio de la fiesta para poder entrar al lugar el yatiri nos dijo
que “antiguamente para entrar a cualquier templo o apacheta se
sahumeaba a la gente, no entraban como llamas (...) este es un evento
cósmico no solamente de La Paz” por lo que primero teníamos que
sahumarnos para también dejar lo malo afuera, ofreciendo incienso
copal, ponernos en parejas, chachawarmi, y entrar.
Al
entrar, muchas personas challaron el lugar con alcohol, estaban
“challando todos los hechos de la naturaleza”, todos los dibujos
del altar de Coricancha, al sapo, a la cruz, la Chacana, a los
solisticios, al altar, a las piedras que están a los costados del
altar, y a la piedra que esta frente a la Chakana. Al sapo le ponían
coca en la cabeza y en la boca, y al lado un bastón, negro y blanco.
Teníamos que invitarnos cuatro hojas de coca, para el ajayu, para
sacar todo lo malo y limpiarnos.
Luego
el yatiri que dirigió toda la ceremonia y su esposa empezaron
armando la mesa mientras él decía: “soy un yatiri, soy un
cargador que cargos las penas, las amarguras de mi pueblo, y le
entrego a mi ancestro para que ordene, acomode y equilibre eso nomás
soy, no soy un amauta grandioso, si lo fuera no estuviera aquí,
estaría en las montañas”. Luego señaló a la cruz, a la
constelación de la Cruz del Sur, y explicó que la punta de la cruz
que está señalando al norte es la Salamanca, que es un maíz, la
chicha; y la punta que está hacia abajo es la Cocamanta, lo
femenino, “coca es el ajayu”, y pedimos a estos dos espíritus
grandes. “Tratar de acomodar, de hacer lo que nuestros abuelos
hacían, por eso es el toqueta, el aymara antiguo, mucho antes que
los tiwanacotas, el amuta, por eso el toqueta es el estar aquí,
entrar aquí para renovarnos”. El altar va a mostrar el equilibrio,
nuestro sentido la chakana y nuestro ajayu la coca”. Luego arma él
con su esposa la mesa, con papeles con iconografía, y todos nos
pusimos en fila para poner incienso en cada cajita. Después la mesa
se traslada a la mesa de la ofrenda que esta frente al altar, éste
es preparado con varias maderas para que se haga una fogata, le pone
alcohol y prende fuego, luego prendido el fuego pone frutas, y
explica “el universo, la Chakana nos abre el camino de la
sabiduría, al conocimiento, los amautas, chachawarmis, los yatiris,
todos los hombres que estamos aquí presentes fusionemos y recibamos
esta fuerza de la Chakana, recibimos toda la energía del cosmos, del
universo y así nosotros al universo y a la Chakana le entregamos
esta ofrenda, esta waqta, esta llojta, a nuestros awichos, a nuestros
Achachilas, Apus, Mallkus, a todas las deidades desde la Patagonia
hasta Alaska, para que se despierten nuevamente nuestros abuelos”.
El
yatiri que vino de Copacabana, recibía el humo en sus manos y lo
dispersaba por todos lados.
Nos
hicieron recibir la fuerza y la energía que daba la Cruz del Sur, y
luego nos dimos de la mano en forma distintiva, pues la mano
izquierda tenía que estar encima de la derecha, “el dar y
recibir”.
Al
final de la ofrenda se hizo el aphtapi, donde todos trajeron
diferentes comidas, se comió y luego se tocaron sikus y se bailo.
RESULTADOS.
La
fiesta de la Cruz del Sur un acto ritual importante, una acción que
no se realiza regularmente en la vida cotidiana de la gente, si no
que tiene un momento específico de desarrollo, el tres de Mayo, una
ceremonia a la constelación de la Cruz del Sur, la cual “es un
ente y un concepto astronómico ligado a la problemática del control
de las estaciones. Su forma de cruz es puramente casual y la longitud
de sus brazos menor y mayor, están en la misma relación que el lado
de un cuadrado y su diagonal. Esta constelación, que con su eje
mayor señala al polo sur, es rectora del hemisferio austral, al
igual como sucede con la estrella polar del hemisferio boreal
(norte)”,
además de suministrar la proporción sagrada, la raíz cuadrada de 2
.
Habrá
una connotación social, por la condensación que se tiene de lo
ideológico y lo sensitivo de lo simbólico en el ritual.
Lo
ideológico:
Al
entrar a la apacheta nos tuvimos que sahumear para dejar lo malo
afuera, con incienso copal, ponernos de parejas, como individuo,
luego se challaron todo lo que estaba alrededor de todos. Al altar de
Coricancha, al sapo, a la cruz, la Chacana, a los solisticios, al
altar, a las piedras que están a los costados del altar, y a la
piedra que esta frente a la Chakana.
Al
sapo le ponían coca en la cabeza y en la boca, para que les pueda
dar vida.
Luego
el hecho de pijchar las hojas de coca, era para sacar todo lo malo
que teníamos dentro, para el ajayu, para limpiarlo.
El
armar la mesa para ofrecer a las deidades, a los Achachilas, Apus,
junto con la chakana, se recibe toda la energía del cosmos, para que
ordenen, equilibren, y para que nos podamos renovar.
El
yatiri que vino de Copacabana, recibía el humo en sus manos y lo
dispersaba por todos lados.
Lo
sensitivo:
Va
a ser el sentimiento de indefensión, el no sentir miedo. Sentir
calma y satisfacción.
ANEXOS.
ALTAR
DE CORICANCHA:
BIBLIOGRAFÍA
Y CONSULTAS:
Milla
Villena, Carlos. “Génesis de la cultura Andina”, Editorial
Amautica, Chinchasuyu, año 500 del Quinto Sol. Lima-manta, capital
de la colonia, 1992.
En
el Camino de la Simbolización. Producción del sujeto psíquico.
Myrta Casas de Pereda. Paidos, 1999.
TURNER,
Víctor. La Selva de los Símbolos. Siglo XXI. Madrid, 1980
http://Manuel_Contreras_Gallego.html+simbolico+simbolo+geertz+turner&hl=es&lr=lang_es