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miércoles, 13 de mayo de 2015

TEMA

El mirador J’acha Apacheta (La Paz-Bolivia), un lugar sagrado, la fiesta de la Cruz del Sur.

INTRODUCCIÓN

El presente trabajo de investigación describirá el ritual de la fiesta de la “Cruz del Sur”, realizada en el mirados J’acha Apacheta en Alto Munaypata ubicado en la ciudad de La Paz. El objetivo de la fiesta es llevar una ofrenda a la constelación del Sur y cumplir con el cerro al que durante todo el año se acude a pedir protección y favores, por lo que será un objeto transicional, “una creación psíquica (también de la realidad material) que se materializa por un tiempo cumpliendo una función esencial, nada menos que la de aliviar la angustia”1.
Una parte importante del ritual es lo simbólico, ya que el símbolo es una pequeña unidad del ritual, la condensación de lo ideológico y lo sensitivo. Lo ideológico relacionado con lo racional, conocido, la parte manifiesta, y lo sensitivo que es lo inconsciente y desconocido, lo latente.


MARCO TEÓRICO.

Las apachetas son un símbolo de protección, un protector cultural, entendido éste como un objeto transicional que irrumpe en el recuerdo que los individuos tienen de la madre, hacia las apachetas tendrán un vínculo afectivo positivo, el cual será significativo para la identidad y la generación de lo simbólico.

Para los herederos de la tradición andina, las apachetas son los lugares sagrados, siempre situados a gran altura, que resguardan a la ciudad.
La Fiesta de la Cruz es la fiesta de las apachetas”, afirma el yatiri Antonio Ramírez, quien explica que los originarios rinden un homenaje a la apacheta más cercana de su lugar de nacimiento, el cual es su espacio tutelar y el de sus ancestros2, donde también se celebra a la Pachamama.

El ritual que se hace en la fiesta de la cruz, con los pasos descritos por Turner: tiene una ruptura de la cotidianidad, un marco de espacio-temporal definido, un escenario programado que se repite periódicamente en un tiempo cíclico, que tiene una configuración simbólica, ya que el ritual "consiste principalmente en una serie de medios por los cuales las personas acceden a despertar, canalizar y domesticar emociones fuertes como el miedo, el odio, la ternura y la pena".3 El símbolo será entendido con su polarización de sentido, una condensación de lo ideológico y lo sensorial, el ideológico que guía y controla, un componente de orden moral y social; el sensorial es el polo que integra sentimientos y deseos.


DESARROLLO.

En las crónicas de Felipe Huamán Poma de Ayala (pag, 236) se explica, lo que los conquistadores llamaron "el vicio de apachita", "Mandó Topa Inga Yupanqui que los yndios de tierra caliente o los yndios de la cierra fuesen a lo callente, llegasen al apachita [adoratrorio]. En ello adorasen al Pacha Camac [creador del universo] y por señal amontonasen piedra; cada qual llevase una piedra y lo echasen en ella y por señal dexasen flores o paxa torcido a lo esquierdo. Hasta oy lo hazen los yndios deste rreyno este vicio de apachita”

Actualmente las apachetas andinas han sido reemplazadas por la cruz católica, debido quizás una orden del Concilio Provincial de Lima en 1567 citado por el historiador Alberto Regal "que los adoratorios de los caminos que los indios llaman apachitas, procuren los sacerdotes en cada uno de sus distritos, quitarlas y deshacerlas del todo, y en esto se les pone precepto, y si les parece cosa decente pongan una cruz en su lugar”.

Christian Vitry en su artículo "La Apacheta", detalla el ritual del homenaje a la Pachamama. “Al llegar don Tomás al abra pacientemente se bajó de su mula, sacó de las alforjas una piedra blanca recogida en el camino, una botella de ginebra y un paquete de cigarrillos, mientras masticaba el acullico de coca como queriéndole extraer todo el zumo a las hojas. Se dirigió hacia la apacheta, se arrodilló con un sublime respeto y depositó la piedra en ella. El silencio se adueñó del paisaje y hasta el viento cesó como respetando la ancestral ceremonia del anciano. Tomás abrió la botella de vidrio verde y roció la bebida alcohólica sobre el montículo de piedras, echó un sorbo y la dejó al costado; escupió el acullico de coca sobre la apacheta y encendió un cigarrillo mientras en sus labios se dibujaba la palabra pachamama. Luego de unas pitadas, corrió una roca de la base de la apacheta y sobre el arenoso terreno introdujo el cigarrillo encendido con el filtro enterrado, como queriéndole dar de fumar a la tierra. Sacó de su bolsillo un puñado de hojas de coca, seleccionó dos o tres y tomándolas con las dos manos, mientras rezaba en voz baja una oración, estiró los brazos dirigió las hojas y su mirada hacia el cielo primero y luego hacia la apacheta, repitiendo esta acción rápidamente unas tres veces, finalmente depositó las hojas entre las blanquecinas rocas del pétreo altar. El cigarrillo se había consumido. El anciano se incorporó, recogió la botella y la introdujo en la alforja, ciñó la montura de su animal aprestándola para el descenso, montó la mula y rompiendo el silencio dijo ¡sigamos!. El viento, cual cómplice del rictus empezó a soplar y el atardecer dibujaba largas sombras en el quebrado paisaje. Todo parecía estar preparado para este diálogo telúrico entre el anciano y la madre tierra, cuyo interlocutor parecía ser la apacheta”4.

Según Milton Eyzaguirre, antropólogo del Museo de Etnografía y Folklore (Musef), aparentemente el origen de las apachetas se remonta a Tiwanaku. Las crónicas escritas desde 1570, principalmente por soldados y sacerdotes españoles, cuentan que antes de viajar los indígenas alzaban una piedra y caminaban con ella hasta llegar a un lugar alto donde estaban estas apachetas o apachitas, como las denominaban. “La piedra contribuía con otras al crecimiento de una especie de torre. Los viajeros también acullicaban la coca y dejaban algún tipo de ofrenda, fundamentalmente con el objetivo de que les vaya bien en la travesía, incluso botaban una ojota a la apacheta”, sostiene Eyzaguirre.
Según el yatiri Ramírez, en la actual celebración de la Fiesta de la Cruz se confunden la cruz de Jesucristo y la Cruz del Sur5.

Trabajo de campo:
Los participantes de la fiesta, eran de toda edad, de la cuidad de La Paz y de el Alto, señoras con pollera y vestido. Además había un grupo de cuatro personas que eran extranjeras.
Los yatiris o Amautas, son personas de sexo femenino y masculino que hacen el ritual, lo guían, son conocedoras de cómo tiene que hacerse el rito. Son sabios encargados de arman la mesa y la ofrendan a las deidades del lugar. Se han encargado de producir, mantener, desarrollar y transmitir, los valores culturales ancestrales que constituyen una visión armónica del Mundo y un cuerpo de conocimientos de lógica original. Éstos llevan poncho y chuspa, donde está la coca. En el caso del ritual que se presenció era una pareja y un Amauta que llego de Copacabana, y una pareja se encargó de armar la mesa.
Otro tipo de persona que estuvo presente fue una vendedora, pero estaba fuera del mirador, a lado de la puerta de entrada. Vendía te con té y buñuelos.
El mirador esta distribuido “sagradamente”.
El altar de Coricancha, fue copiado de Cuzco. Es un muro hecho de ladrillo, pintado de azul, y con todos los detalles del Altar original. El Altar de Coricancha es la “proyección de una escena cosmográfica cuatridimensional sobre un plano bidimensional, cuyo levantamiento por geometría descriptiva ayuda a entender la organización de los Cuatro Suyus”6.
Existe un sapo hecho de cemento, esta al frente del altar, y tiene en su espalda una especie de cruz cuadrada. Lo que pude averiguar representa la vida, un ciclo no muere, “en la época de lluvia se esconde para luego volver a salir, hay un ciclo”. La mesa donde se hizo la ofrenda, hecha de cemento y en los lados hay dos piedras, “hembra y macho tiene que ser siempre”.
Existe una puerta y tres cuadrados, donde el sol pasa por la puerta y refleja en los cuadrados los equinoccios del 21 de marzo, 21 de junio y 21 de diciembre.
Detrás de la cruz, de la Chakana, existe dos resbaladores, los cuales cuando los niños van a resbalar se “llenan de energía del cosmos, esta hecho para eso”

Descripción de la fiesta:
Al principio de la fiesta para poder entrar al lugar el yatiri nos dijo que “antiguamente para entrar a cualquier templo o apacheta se sahumeaba a la gente, no entraban como llamas (...) este es un evento cósmico no solamente de La Paz” por lo que primero teníamos que sahumarnos para también dejar lo malo afuera, ofreciendo incienso copal, ponernos en parejas, chachawarmi, y entrar.
Al entrar, muchas personas challaron el lugar con alcohol, estaban “challando todos los hechos de la naturaleza”, todos los dibujos del altar de Coricancha, al sapo, a la cruz, la Chacana, a los solisticios, al altar, a las piedras que están a los costados del altar, y a la piedra que esta frente a la Chakana. Al sapo le ponían coca en la cabeza y en la boca, y al lado un bastón, negro y blanco. Teníamos que invitarnos cuatro hojas de coca, para el ajayu, para sacar todo lo malo y limpiarnos.
Luego el yatiri que dirigió toda la ceremonia y su esposa empezaron armando la mesa mientras él decía: “soy un yatiri, soy un cargador que cargos las penas, las amarguras de mi pueblo, y le entrego a mi ancestro para que ordene, acomode y equilibre eso nomás soy, no soy un amauta grandioso, si lo fuera no estuviera aquí, estaría en las montañas”. Luego señaló a la cruz, a la constelación de la Cruz del Sur, y explicó que la punta de la cruz que está señalando al norte es la Salamanca, que es un maíz, la chicha; y la punta que está hacia abajo es la Cocamanta, lo femenino, “coca es el ajayu”, y pedimos a estos dos espíritus grandes. “Tratar de acomodar, de hacer lo que nuestros abuelos hacían, por eso es el toqueta, el aymara antiguo, mucho antes que los tiwanacotas, el amuta, por eso el toqueta es el estar aquí, entrar aquí para renovarnos”. El altar va a mostrar el equilibrio, nuestro sentido la chakana y nuestro ajayu la coca”. Luego arma él con su esposa la mesa, con papeles con iconografía, y todos nos pusimos en fila para poner incienso en cada cajita. Después la mesa se traslada a la mesa de la ofrenda que esta frente al altar, éste es preparado con varias maderas para que se haga una fogata, le pone alcohol y prende fuego, luego prendido el fuego pone frutas, y explica “el universo, la Chakana nos abre el camino de la sabiduría, al conocimiento, los amautas, chachawarmis, los yatiris, todos los hombres que estamos aquí presentes fusionemos y recibamos esta fuerza de la Chakana, recibimos toda la energía del cosmos, del universo y así nosotros al universo y a la Chakana le entregamos esta ofrenda, esta waqta, esta llojta, a nuestros awichos, a nuestros Achachilas, Apus, Mallkus, a todas las deidades desde la Patagonia hasta Alaska, para que se despierten nuevamente nuestros abuelos”.
El yatiri que vino de Copacabana, recibía el humo en sus manos y lo dispersaba por todos lados.
Nos hicieron recibir la fuerza y la energía que daba la Cruz del Sur, y luego nos dimos de la mano en forma distintiva, pues la mano izquierda tenía que estar encima de la derecha, “el dar y recibir”.
Al final de la ofrenda se hizo el aphtapi, donde todos trajeron diferentes comidas, se comió y luego se tocaron sikus y se bailo.


RESULTADOS.

La fiesta de la Cruz del Sur un acto ritual importante, una acción que no se realiza regularmente en la vida cotidiana de la gente, si no que tiene un momento específico de desarrollo, el tres de Mayo, una ceremonia a la constelación de la Cruz del Sur, la cual “es un ente y un concepto astronómico ligado a la problemática del control de las estaciones. Su forma de cruz es puramente casual y la longitud de sus brazos menor y mayor, están en la misma relación que el lado de un cuadrado y su diagonal. Esta constelación, que con su eje mayor señala al polo sur, es rectora del hemisferio austral, al igual como sucede con la estrella polar del hemisferio boreal (norte)”7, además de suministrar la proporción sagrada, la raíz cuadrada de 2 .
Habrá una connotación social, por la condensación que se tiene de lo ideológico y lo sensitivo de lo simbólico en el ritual.
Lo ideológico:
Al entrar a la apacheta nos tuvimos que sahumear para dejar lo malo afuera, con incienso copal, ponernos de parejas, como individuo, luego se challaron todo lo que estaba alrededor de todos. Al altar de Coricancha, al sapo, a la cruz, la Chacana, a los solisticios, al altar, a las piedras que están a los costados del altar, y a la piedra que esta frente a la Chakana.
Al sapo le ponían coca en la cabeza y en la boca, para que les pueda dar vida.
Luego el hecho de pijchar las hojas de coca, era para sacar todo lo malo que teníamos dentro, para el ajayu, para limpiarlo.
El armar la mesa para ofrecer a las deidades, a los Achachilas, Apus, junto con la chakana, se recibe toda la energía del cosmos, para que ordenen, equilibren, y para que nos podamos renovar.
El yatiri que vino de Copacabana, recibía el humo en sus manos y lo dispersaba por todos lados.
Lo sensitivo:
Va a ser el sentimiento de indefensión, el no sentir miedo. Sentir calma y satisfacción.

ANEXOS.


ALTAR DE CORICANCHA:




















BIBLIOGRAFÍA Y CONSULTAS:

Milla Villena, Carlos. “Génesis de la cultura Andina”, Editorial Amautica, Chinchasuyu, año 500 del Quinto Sol. Lima-manta, capital de la colonia, 1992.

En el Camino de la Simbolización. Producción del sujeto psíquico. Myrta Casas de Pereda. Paidos, 1999.

TURNER, Víctor. La Selva de los Símbolos. Siglo XXI. Madrid, 1980

http://Manuel_Contreras_Gallego.html+simbolico+simbolo+geertz+turner&hl=es&lr=lang_es


1 En el Camino de la Simbolización. Producción del sujeto psíquico. Myrta Casas de Pereda. Paidos, 1999.
2 La prensa, 2 de Mayo 2004
3 TURNER, Víctor. La Selva de los Símbolos. Siglo XXI. Madrid, 1980.
4 Revista ser indígena, Julio 2003
5 La prensa, edición 2 de Mayo del 2004.
6 Milla Villena, Carlos. “Génesis de la cultura Andina”, Editorial Amautica, Chinchasuyu, año 500 del Quinto Sol. Lima-manta, capital de la colonia, 1992.

7 Milla Villena, Carlos. “Génesis de la cultura Andina”, Editorial Amautica, Chinchasuyu, año 500 del Quinto Sol. Lima-manta, capital de la colonia, 1992.

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